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24 abril 2013

Una reflexión sobre el basket y los valores


Hoy quiero compartir con los lectores del blog una reflexión que me ha hecho llegar un aficionado del Lucentum, que también es entrenador de baloncesto y que trabaja con niños pequeños. Me pidió que la compartiera y me parece un interesante punto de vista sobre algo a lo que estamos, por desgacia, acostumbrados.


Si hay algo de lo que me gusta alardear cuando se compara al baloncesto con el fútbol, es de que el deporte que defiendo es más noble y limpio. El viernes pasado viví en el Centro de Tecnificación una de las situaciones (parafraseando a Perelló) más esperpénticas vividas sobre una cancha de baloncesto y me di cuenta de algo que hasta entonces escapaba a mi razón y creo que tenemos la obligación moral de cambiar.

Marcos, un niño de 9 años al que tengo el placer de entrenar, se tapaba los oídos cuando parte de la grada coreaba al unísono "hijo de puta" dirigiéndose al árbitro. Llevo dos años trabajando como entrenador y cánticos así echan por la borda todos los valores que me dejo la piel por inculcar. No tiene nada que ver con que los niños no oigan palabrotas a las que tienen acceso todos los días muchas veces, no. Es cuestión de respeto. En cuanto al respeto por el árbitro, yo siempre les digo a los chavales que éste es un señor que, a diferencia de mí, sólo te dice las cosas que haces mal... y eso no gusta a nadie. Pero está haciendo su trabajo. No me imagino, por ejemplo, a todo un bar gritando 'calvo cabrón' a un camarero por derramar una copa.

A mí de pequeño me gustaba ir al fútbol con mi tío, porque podía decir palabrotas. No soporto la idea de que un niño asocie eso al baloncesto. Soy consciente de que es una utopía pensar en toda una grada en silencio tapándose los oídos cuando haya alguien cantándole hijo de puta al árbitro, pero seguro que hay algo que podemos hacer. 

No es mi intención quedar primero en una carrera de ética y valores en contra del fútbol, sino servir de ejemplo.

Mi opinión personal es que es una reflexión con mucho sentido, pero que quizás es luchar contra molinos de viento, es decir, un poco utópico e idealista. De todas formas, supongo que los formadores deben tomar estas situaciones para usarlas para hacer ver a los niños que no es lo correcto e intentar reforzar los valores positivos del deporte y del baloncesto, en contraposición con esas actitudes que son reprobables y que, desgraciadamente, no solo se producen en grandes pabellones ni en el baloncesto profesional, sino que no es raro ver otro tipo de comportamientos desacertados en partidos de categorías inferiores.

¿Qué opináis vosotros?

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