Situación más que delicada para un Alerta Cantabria que afronta el partido con un balance de 3-9. Una derrota más puede ubicarle en zona de descenso, algo impensable cuando el club diseñó en verano una plantilla pensando en el ascenso. Situación límite ante uno de los mejores equipos de la liga, un Alicante Costa Blanca que empezó arrasando para de pronto entender que en esta liga nada es tan fácil como algún iluso podía imaginar.
Tanto unos como otros han entendido que los planteamientos teóricos sirven poco y que esa tan mencionada Ley de la Pista es la que manda en cada jornada. Unos creían que por fichar jugadores de nombre ya tenían la lucha por el ascenso garantizada y otros que, por tenerlos y además tenerlos implicados, se saldrían de la clasificación. Pues no. Para aspirar a subir hay que acertar mucho más en el perfil de los jugadores a contratar y, en el caso de acertar, como Alicante, lo importante es tener la continuidad en el esfuerzo para afrontar todas las pruebas y sobreponerse a los varapalos.
Alicante ha entendido perfectamente la filosofía LEB y pese al nombre de sus jugadores, éstos dan la impresión de viajar por la competición con la humildad necesaria para pelear cada victoria como si delante tuvieran al mejor equipo de Europa. Cantabria ha perdido el rumbo desquiciado por unos planteamientos iniciales excesivamente optimistas y una incapacidad general para aceptar la crisis de resultados con entereza, con humildad y sin perder de vista que la competición es suficientemente larga como para poderse reenganchar.
Todas las miradas se centran en el entrenador, algo por otra parte demasiado normal, por no decir vulgar, en el mundo del deporte profesional. Mateo Rubio, ascenso desde LEB2 con el L´Hospitalet y dos brillantes campañas con el conjunto catalán en LEB, vive una situación nueva para él pero por la que han pasado infinidad de entrenadores. Vive ubicado en el centro de la diana señalado como único responsable. Triste realidad la de los entrenadores cuando los resultados son adversos. Nadie asume errores, ni el club, ni los jugadores, sólo el entrenador. No parece demasiado justo pero así es la realidad de los entrenadores.
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